SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La combinación de las instituciones: en función del interés de los capitalistas-

 

Lo que acabamos de decir, debería ser entendido en sus justos límites. Solo se afirma lo que se afirma.

Si los obreros norteamericanos se sienten bien representados y bien defendidos por el partido republicano o por el partido demócrata de su país seria ilógico pedirles que formaran un partido que los defienda mejor.

Si los obreros europeos eligen, alternativamente, a partidos considerados, unos de derechas y otros de izquierdas, no tendría tampoco mucha lógica que dejaran de hacerlo de esta forma, puesto que así entienden que es como mejor defienden sus intereses.

Dicho esto, hay que aclarar lo siguiente.
Estos caminos elegidos por los obreros norteamericanos y europeos, son caminos diversos en la ruta de una forma de trabajar, el trabajo por cuenta ajena. Son diversos caminos, pero en la misma dirección. El objetivo común es lograr obtener las mejores condiciones de trabajo (y, por tanto, de vida), dentro del sistema del capital.

Estos caminos, por lo tanto, no van a reportar a los trabajadores, ni una práctica, ni una orientación, ni una educación, ni una introducción en una ruta, en la del trabajo colectivo por cuenta propia, en los caminos del comunismo.

Se trata de una conclusión teórica que, como es siempre función de la teoría, debería, o podría servir como letrero indicador, para poder comprobar si el movimiento obrero, o su núcleo más representativo en nuestro país, encarrila sus acciones, en una u otra dirección: trabajo por cuenta ajena, o por cuenta propia.

O, más exactamente si, se transite por el camino que se transite, la flecha de su proyecto marca la dirección, en la lejanía, de su preferencia por la organización por cuenta propia del trabajo en cooperación.

En un país como el nuestro, un trabajador concreto puede encontrarse desarrollando su trabajo por cuenta ajena o por cuenta propia, y dentro de este último caso, puede hacerlo en forma individual (campesino) o en forma cooperativa.

En todos estos casos puede, para mejor defender sus intereses, agruparse en asociaciones (sindicatos, partidos, agrupaciones, etc), pasando así a formar parte del conjunto de instituciones a través de las que se reproducen los procesos de trabajo que, en sus distintas formas, constituyen la producción.

Lo más sencillo, sería entender que, como hay tres formas de prestar el trabajo, individual por cuenta propia, colectivo por cuenta propia (cooperativo), y colectivo por cuenta ajena, a cada una de estas formas correspondería un tipo de instituciones.

Sin embargo, ya vemos que esto, con ser cierto pero no se presenta exactamente así. Los tres tipos de producción aparecen enlazados. Y se enlazan de una forma muy concreta. La producción capitalista es la que prevalece, pero de tal forma que permite la existencia de las otras dos; con la condición de llevar un desarrollo subordinado, sometido a la forma dominante.

Pues bien, las instituciones nacidas para su reproducción, se enlazan en la misma forma, de manera que las correspondientes a las formas de producción sometidas no puedan entorpecer a las dominantes.

Eso puede conseguirse de varias maneras.
Una es, que las propias instituciones de la forma capitalista, se encargue también de las reproducciones sometidas. Por ejemplo, el Ministerio de agricultura se ocupa de la reproducción de las tres formas de producción que se realizan en el campo.

Pero ello no impide que, al mismo tiempo, haya además instituciones propias, características de cada una de ellas (hay asociaciones de empresarios agrícolas y sindicatos agrícolas, para la forma capitalista;  hay confederaciones y uniones de cooperativas de producción en el campo; y hay un tratamiento especial para los campesinos –autónomos- en la seguridad social), y esta sería otra forma, como vemos combinada con la anterior normalmente, de reproducción.

Una de estas formas de reproducción la tenemos en los partidos políticos. En los partidos podemos apreciar claramente estas combinaciones de aparatos utilizados en la reproducción (en la defensa de sus intereses –es otra manera de decir lo mismo-) de las distintas formas de reproducción.

Cuando una forma de trabajo es absolutamente más importante que la otras ( la capitalista en Estados Unidos), hemos visto cómo, en el terreno político –la dirección de las grandes instituciones, Parlamento, Gobierno, Tribunales-, uno de los dos partidos se encarga de defender los intereses de todas las formas de producción.

Sin embargo, en nuestro país y en el conjunto de Europa, la variedad de las formas de producción es más rica, y también, lógicamente, los aparatos institucionales utilizados para su reproducción

 

En los Estados Unidos, según vemos, todos los agentes de la producción encargan la gestión de sus grandes intereses generales a un solo partido político. (Llamamos agentes, a todos los individuos o grupos de individuos, más o menos organizados, que intervienen activamente en un campo determinado; agentes de la producción serán: directamente, los trabajadores y los empresarios; y las asociaciones de unos y otros, indirectamente),

Pues bien, los agentes de la producción estadounidenses, apoyan su reproducción (y no olvidemos, la reproducción de sus relaciones) en un gran partido. Pero teniendo en cuenta lo dicho antes. Si el partido abre el camino al buen funcionamiento del capital, en ese buen funcionamiento del capital, en ese buen funcionamiento van incluidos los intereses generales de los trabajadores, tanto por cuenta ajena, como por cuenta propia (campesinos), puesto que se está hablando de exportaciones, de pago de impuestos, de mejoras en los transportes, etc, condiciones generales que afectan a todos lo agentes. Ahí es donde juega su papel el partido de Gobierno.

Sin embargo, para intereses más particulares de cada tipo de agentes, éstos se dotan de instituciones más especializadas. Los trabajadores por cuenta ajena montan sus sindicatos, con la finalidad de que defiendan sus intereses específicos frente a los empresarios. Los campesinos, a su vez, crean asociaciones propias para conseguir las condiciones más beneficiosas para su particular reproducción.

El ejemplo de los Estados Unidos se utiliza, por ser un caso, en que la relación de trabajo por cuenta ajena ocupa un lugar central en toda la problemática de la producción, y sobre todo, de su reproducción, y ello permite considerar con mayor claridad, los conceptos que estamos analizando.

Por lo demás, el planteamiento es similar en todos los países europeos, con las variantes que imponen las distintas combinaciones de formas de trabajo, y sus instituciones correspondientes.

En la medida en que la forma capitalista en la producción, es la principal en nuestro país, la reproducción de sus condiciones más importantes las aseguran las instituciones centrales (Parlamento, Gobierno, Administración, Tribunales), dirigidas por un gran partido (apoyado si es necesario en otros de menor peso). Estas condiciones esenciales, son comunes a las otras formas de producción. O sea, las condiciones generales de la reproducción de todos los agentes de la producción, en sus distintas formas, vienen gestionadas por el partido del gobierno, con independencia de su nombre y color.

Los intereses particulares de cada tipo de agentes (empresarios, trabajadores por cuenta ajena, campesinos, cooperadores), son encargados a instituciones especializadas, cuya especialización viene dada por la participación particular que cada agente le encarga a la suya.
La institución sindical, los sindicatos, de una parte, y las asociaciones de empresarios por otra, son el ejemplo más visible de las instituciones que velan por los intereses particulares de un tipo de agentes concretos. Y la primera observación en el campo teórico, consiste en situar, en indicar el “lugar” que les corresponde en el campo de las instituciones.

Se trata de instituciones de segundo escalón, subordinadas, sometidas, a aquellas que tienen el encargo del buen funcionamiento de la reproducción del capital, de crear las condiciones que faciliten su desarrollo. Sin embargo, constituyen, a su vez, un elemento firme en que se apoya la efectividad de una reproducción flexible y sin sobresaltos. Tanto su inexistencia, como la extensión de sus funciones más allá de su campo concreto, produce los efectos de la falta de una pieza en un mecanismo ajustado, o de su colocación deficiente

 

         Hecho el recorrido teórico anterior, ahora ya podríamos hacer un ejercicio práctico que consistiera en encontrar el “lugar” que correspondería a cada una de las instituciones que más nos interesan, colocándolas según las indicaciones que recibamos de la forma de trabajo que la creó y le da sentido.

        El Partido Socialista Obrero Español (P.S.O.E.), el Partido Comunista de España, la Unión general de Trabajadores (U.G.T.) y Comisiones Obreras (C.C.O.O.), y la Confederación General del Trabajo (C.G.T.), serian las instituciones que constituyen el movimiento obrero organizado español en la actualidad (con otros partidos y sindicatos menores).

U.G.T, P.S.O.E y el movimiento anarquista concretado en el anarco-sindicalismo tienen  sus raíces como vimos, en la respuesta que los trabajadores dan al proyecto que los propietarios tienen sobre sus medios de trabajo. Distinguiendo, cuando el propietario es al mismo tiempo el trabajador (campesinos, y artesanos de oficios en ciudades y pueblos), y cuando el propietario, gran propietario, contrata a los trabajadores para que ellos pongan en funcionamiento, sus fábricas, sus talleres, sus minas, sus barcos, sus tierras, sus construcciones.

La respuesta de los trabajadores es, en estos principios, claramente defensiva, y al mismo tiempo poco concreta, poco definida. Son los tiempos de las propuestas de revolución, al mismo tiempo que de defensa de las condiciones del trabajo diario.

El trabajo por cuenta ajena todavía no se ha convertido en nuestro país en la forma general de trabajar; el capital no se ha asentado aún en todas las ramas de la producción, y por tanto, no dispone todavía de las instituciones que aseguren su reproducción con fluidez. Los ferrocarriles, por ejemplo, no empiezan a funcionar hasta la segunda decena del siglo XIX; y la guardia Civil, como institución defensora de la propiedad y de la seguridad de los caminos, nace mediado ese siglo.

El Partido Comunista, y más claramente el sindicato Comisiones Obreras, son, sin embargo una respuesta, ya concretamente a un capitalismo protagonista de la producción, y ordenador principal del juego de las instituciones.

Hasta este momento, en que el capital se generaliza  como forma de trabajo, particularmente en las industrias, y toma las riendas de las instituciones, que lo reproducen y multiplican, no se produce una clarificación visible y evidente en estos partidos y sindicatos que estamos considerando.

Hay que pensar que hasta 1.917, no hay una respuesta propia, del lado de los trabajadores, a la organización de la producción por parte de los propietarios. Una respuesta teórica y práctica. Es la primera vez que se ordena el trabajo, siguiendo unas reglas que no son las del capital.

El movimiento obrero europeo, reacciona clarificándose, en muy buena medida.

El partido comunista español, se alinea con el ruso. El partido socialista, no. Y como consecuencia, se separan.

Hasta ese momento, partido y sindicato socialista, han funcionado como instituciones encargadas de la reproducción (en las mejores condiciones posibles) de los trabajadores, ya fueran éstos por cuenta propia, ya lo fueran por cuenta ajena. Sus tareas, por tanto, han sido, básicamente, agrupar a los trabajadores, asociarlos por oficios y por zonas, prepararlos para una defensa ordenada y colectiva de sus condiciones de trabajo.

Con estas prácticas tan sencillas, los trabajadores van tomando conciencia de su situación en la producción y de la importancia de la acción en conjunto, no individual. La continuidad necesaria en estas acciones, les lleva a la agrupación en asociaciones permanentes; y el contacto frecuente les permite reunir experiencias y reflexionar sobre ellas.

Este trabajo de maduración, tiene un hito, un alto importante, con la experiencia rusa. Con el inicio de esta experiencia, una parte del movimiento obrero español, cree haber encontrado la alternativa de los trabajadores a la organización de la producción de los propietarios de los medios materiales de la misma, así como a su organización institucional: son los comunistas.

Otra parte, los socialistas, se ven obligados a decidir si están, o no, a favor del comunismo ruso. Tardan en decidirse, pero al final se separan de ese camino. Es una fase muy importante en el camino propio de los partidos y sindicatos socialistas europeos.

A partir de entonces, renuncian a un camino propio, distinto del capital, y aceptan la organización de la producción que hace el capital, pero desempeñando, como institución especializada, la reproducción (representación y defensa) de los trabajadores. Esta función resulta un poco desdibujada, en las ocasiones en que este partido actúa al mismo tiempo como director de las instituciones de reproducción del capital, es decir, cuando dirige al Gobierno.

El sindicato socialista, sin embargo, soporta mejor esta última situación. Al fin y al cabo, su función es colaborar con el capital, con el fin de obtener las mejores condiciones en el trabajo, y en general, en la reproducción de la vida de los trabajadores.

El cambio, decíamos que, particularmente visible a partir de la experiencia rusa, ha consistido principalmente en abandonar un claro anticapitalismo que hasta entonces sostenía, y que durante algún tiempo mantuvo en sus palabras, en sus afirmaciones. Pero, la práctica se impuso

 

El partido comunista, pasada la experiencia rusa, ha pasado a situarse en una posición muy similar a la del partido socialista. La vía del comunismo ruso los separó, y el agotamiento de ésta, los volvió a colocar en caminos paralelos. Su práctica es esencialmente la misma, aunque en sus manifestaciones públicas ha tardado más en abandonar su anticapitalismo. Un anticapitalismo que, como en el caso socialista, nunca quedó claro en qué consistiría.

Ocurre igual con el anarco –sindicalismo. La C.G.T. es un sindicato más. Con su estilo propio, pero con una función práctica similar a los demás sindicatos; la representación y defensa de los trabajadores en su relación con el capital. Ahora bien, su anticapitalismo, en sus proclamas, en sus manifestaciones habladas y escritas, permanece mucho más presente que en los otros dos casos; si bien hasta el presente no han logrado una fiabilidad en sus propuestas anticapitalistas que haya permitido aparecer éstas como realizables.

Esta falta de proyecto propio, es lo que hace que, según indicábamos, en los E.E.U.U., el propio partido de los empresarios (que éste sí tiene proyecto propio), acoja como función propia la defensa de los trabajadores. Y no solo, en los E.E.U.U., en Europa, en nuestro país, ocurre lo propio. El proyecto de los empresarios, representado por su partido, pasa a englobar la relación entera del capital, propietarios y trabajadores. Si esta relación funciona bien, no hace falta ningún partido que defienda a los trabajadores. Y si existe, como es en nuestro caso, lo que hay que conseguir es un buen entendimiento entre las representaciones de empresarios y trabajadores, para que así se desarrolle bien el modelo del capital.

El hecho de que el tipo de trabajo, de producción que se trata de desarrollar, de reproducir, por parte de todas las instituciones (empresariales o de los trabajadores), sea el mismo, hace que éstas se parezcan en sus funciones, y que incluso, unas sustituyan a las otras. Este mismo fenómeno, nos hacía decir en páginas anteriores, que hablar de instituciones, de partidos, de izquierdas y de derechas, no tenía un significado muy concreto, y no nos servia de gran ayuda en el aprendizaje teórico y práctico de lo que sea el comunismo.

Es decir, nos estamos moviendo en un terreno histórico y geográfico concreto. Estamos considerando ahora la Europa actual, junto a E.E.U.U., Japón, etc. Se trata de una producción capitalista. En algunos países aún tiene una presencia notable (cada vez menor), el campesinado, pero su producción propia se haya sometida a la producción capitalista.

Con una producción capitalista dominante, las instituciones que hacen de instrumento de su reproducción han de tener todas unas funciones esenciales idénticas, o mejor dicho, apuntando todas en la misma dirección. Pueden repartirse las funciones, especializándolas, pero todas apuntan en la misma dirección. Esas funciones especializadas pueden ser: la atención concreta a las condiciones –higiene en el trabajo, seguridad, duración del contrato, salario, ingreso y separación del puesto de trabajo, vacaciones, descansos, indemnizaciones –de los trabajadores en el trabajo y en su vida diaria; las condiciones en que los empresarios desempañan su actividad –equipos industriales, suministro de energía, transporte, impuestos, créditos de los Bancos, eficacia de las Administraciones -.

La dirección a la que apuntan todas las instituciones es la obtención de la ganancia media por parte de los empresarios, y da lo mismo qué partido, qué sindicato, dirige y gestiona la institución que sea; tanto si es el Gobierno, el Parlamento, o el mayor y más fuerte de los sindicatos. Todos se alinean en una dirección que facilita el objetivo señalado más arriba. En ese sentido, no tiene significación ninguna el anticapitalismo que predique el partido o sindicato que sea. En ese sentido, no tendría significación la palabra comunista o socialista en el nombre de los partidos que las llevan.

Si la teoría, nos indicaría lo que acabamos de señalar, la práctica nos confirma que la afirmación de los propios partidos de ser de izquierdas, por ser los que mejor representan los intereses de los trabajadores en sus relaciones de trabajo y en sus condiciones de vida, viene desmentida reiteradamente por los propios trabajadores, al preferir ser representados por partidos que se sitúan (ellos mismos lo manifiestan) en la derecha. Por ejemplo en España, con Aznar, en Francia con Chirac, en Italia con Berlusconi, en E.E.U.U. con Bush. El hecho de que, no siempre sea así, y a veces prefieran los trabajadores a comunistas y socialistas, quita toda significación práctica a esta determinación de partidos de izquierda “porque defienden mejor los intereses de los trabajadores”. Denominarse ellos mismos de izquierda, podría tener otros sentidos, pero éste que ponemos entre comillas, no; porque no son ellos, sino los trabajadores, quienes han de decir qué institución prefieren que se haga cargo de su reproducción

 

El movimiento obrero organizado en Europa, es hoy, como vemos, una parte importante del aparato reproductor del conjunto de agentes que participan en la producción europea, pero su actuación viene guiada por los representantes institucionales de quienes dirigen esa producción.

Un trabajo por cuenta ajena viene siempre dirigido, no por quien trabaja sino por aquel para quien se trabaja, el empresario, el propietario de los medios de trabajo. El conjunto de empresarios, por lo tanto, dirige la producción; y su reproducción la dirigirán el conjunto de instituciones que ellos montan para este fin.

En este esquema, puro y simple, el socialismo y el comunismo no tienen ningún lugar. Eso podría uno pensar, no ya en la teoría, como acabamos de hacer, sino contemplando una determinada práctica, por ejemplo la producción y reproducción estadounidense.

No obstante, hay que admitir, que la existencia en Europa, particularmente, de partidos políticos y sindicatos, que se sitúan en lo que se entiende como una postura socialdemócrata, merece que volvamos unos instantes sobre este asunto.

De una parte, se trata de instituciones, que admiten en su base teórica, y buscan en sus actuaciones, en su práctica, la reproducción del capital.

De otra parte, pretenden hacerlo de una forma especial: prestando una atención particular a la reproducción de los trabajadores, de los obreros.

Ellos, los socialdemócratas, lo presentarían seguramente de otra forma. El eje central de su acción se situaría en la defensa y promoción de los intereses de los obreros, en su trabajo y, por lo tanto, también en sus condiciones de vida (sanidad, educación, seguridad social, cultura). Procurando, al mismo tiempo, y en la mayor medida posible, el protagonismo de los propios trabajadores en la formulación y gestión de estas funciones. Y sin descuidar, naturalmente, la búsqueda de la mejora constante en la prestación del trabajo, que permita alcanzar grados de productividad cada vez mayores, base de unos salarios cada vez más acordes a sus necesidades.

Estas cualidades de la socialdemocracia, hacen de sus partidos (socialistas y comunistas), de manera especial, pero también a sus sindicatos, los instrumentos más cercarnos y más adecuados, como lugares de reflexión y pensamiento sobre el comunismo, entre los trabajadores; y como consecuencia focos de acción guiada por ellos; acción reflexionada, proyectada y guiada por los propios trabajadores.

El comunismo no es nada extraño en el seno de la socialdemocracia. Esta palabra, durante mucho tiempo, significó lo mismo que socialismo y comunismo. Socialdemócratas antiguos, socialdemócratas de ahora,  socialistas y comunistas, han partido de una misma posición: el trabajo visto desde el lado del trabajador.

En su larga experiencia, unos y otros han cambiado, han evolucionado, han ido ajustando sus ideas, su organización, el rumbo de su acción. A veces se han separado, y algunas veces, se han combatido. Todos se conocen, y saben cuál es la posición actual de cada cual. Posición que en este momento no comparten, pero que en algún momento les era común.

Esta circunstancia favorece que en su interior puedan convivir diversos proyectos que, siendo distintos, lo que no son es contrarios.

De hecho, en la realidad, el movimiento obrero actual en nuestro país es variado; lo componen diversas instituciones, que conviven con bastante normalidad, y que mantienen una ya larga estabilidad; desempeñando la representación de varios conjunto de trabajadores.

Lo vemos con más detalle.

 

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